Jan 14, 2007

CONQUISTA Y ANEXION DE CHILE POR LOS INCAS

Por Hernán Ayarza Elorza
Antes del año 1430, los incas gobernaban en Perú, tan solo el Valle del Río Vilcanota, con capital en Cusco, que en quechua quiere decir 'ombligo del mundo'. El inicio de la capital y del imperio tiene lugar en el siglo XII con la coronación de Manco Capac, el primer lnca. Las siguientes dinastías se sucederían en pequeños reinados hasta el año de 1438 cuando Pachacutec, hijo de Viracocha, vence a los chankas. Este hecho posibilita una gran expansión militar, incorporando a la mayoría de los grupos culturales de la región, dando lugar al nacimiento del Tahuantisuyu, el imperio inca. Los Incas implantaron en todo el imperio su estilo de vida, el que a la llegada de los españoles estaba muy homogeneizado.
La sociedad incaica estaba bien jerarquizada, cada uno tenía su papel y su lugar. La vida no era fácil, pero la comida no faltaba y todos estaban alimentados. La gran complejidad del sistema favorecía la proliferación de funcionarios públicos, entre los que destacaban los Quipucamayoc, encargados de registrar el movimiento de personas y mercancías en los principales caminos; o los chasquis , que a falta de escritura, lo hacían a través de los quipus, es decir, cuerdas con un complicado sistema de nudos que servía para memorizar los datos.

Bajo el emperador Capac Yupanqui, los incas extendieron su poder más allá del valle del Cusco y, bajo el Inca Viracocha dieron inicio a una política de conquista y expansión del imperio estableciendo guarniciones en las aldeas de los pueblos conquistados. Bajo el emperador Pachacuti Inca Yupanqui (1438-1471) los quechuas conquistaron el sur del territorio que se extiende hasta el lago Titicaca y por el norte hasta la frontera sur de Colombia, dominado por los Aimaras, los Chancas, los Quichuas y el reino de Chimú. Bajo el emperador Tupac Inca Yupanqui (1471-93) el imperio quechua alcanzó su mayor superficie al conquistar Chile Central, incorporándolo a su territorio, que se extendió desde Chile hasta el sur de Colombia.

Chile preincásico


En la época precolombina, Chile estaba habitado por una gran variedad de pueblos. El desierto del Norte estaba poblado por granjeros aimaras, que cultivaban maíz y cuidaban sus rebaños de llamas y alpacas. En las zonas costeras surgieron pueblos de pescadores. En el interior montañoso destacaron los indios diaguitas y, en el centro y el sur, los mapuches, cuyos asentamientos pesqueros y agrícolas apenas se vieron afectados por las incursiones incas. En las remotas islas del sur vivían numerosos grupos de cazadores y pescadores.

El dominio inca fue positivo para los indígenas chilenos, tanto desde el punto de vista de la organización social, como por la introducción de nuevas técnicas, particularmente las constructivas y de riego.

Antes de la llegada de los incas, los habitantes de Chile estaban organizados en bandas de cazadores recolectores, pueblos agricultores, pescadores, y otros, que habían alcanzado etapas culturales adecuadas para su época y el medio, desplegando cada uno su ingenio en creaciones técnicas para la pesca y el cultivo de la tierra, que hoy llaman la atención.

Los changos, de las caletas del norte, desafiaban el oleaje costero en sus balsas de cueros de lobo inflados, como resultado de su experiencia sobre la flotación y la dinámica de la navegación impulsada por remos. Los mapuches avanzaban en una agricultura rudimentaria y, atacameños y diaguitas habían vencido la mezquindad de la tierra y el agua construyendo terrazas de cultivo y acequias. Los atacameños habían levantado también viviendas de piedra, y su modo de vida no carecía de ciertos refinamientos. En los niveles menos evolucionados de la cultura se encontraban bandas de recolectores, cazadores y pescadores, situados en diversas regiones del territorio. Sus creaciones técnicas diferían de acuerdo con las condiciones naturales que enfrentaban y según sus necesidades.

Es así que aquellos que vivían principalmente de la pesca, como los changos en el norte y los alacalufes y yaganes en los entornos del Estrecho de Magallanés, desarrollaron técnicas para construir, respectivamente, balsas de cueros de lobo marino inflados, ya mencionadas, y piraguas livianas hechas con tres cortezas de árbol cosidas firmemente con fibras vegetales. Como artilugios de pesca usaban anzuelos y arpones para pescar no sólo peces, sino también lobos de mar y aún ballenas.

Pueblos cazadores como los Onas en Tierra del Fuego y los Pehuenche en el sector cordillerano de Antuco, y en Neuquén, al otro lado de la cordillera eran etnias semi nómadas, que se desplazaban empleando dardos y flechas como armas e instrumentos de caza. Se cobijaban en viviendas que armaban y desarmaban con facilidad, utilizando ramas, palos y cueros que transportaban con ellos en su deambular.

Los pueblos agricultores, en especial los mapuche, que incluían a los picunches, entre los ríos Choapa y Maule, a los araucanos entre el Itata y el Toltén, y a los huilliches, al sur de este último río, abarcando también la Isla de Chiloé. Estas etnias, sin haber abandonado la caza y la recolección, llevaban a cabo trabajos agrícolas rudimentarios. Las herramientas que usaban para cavar eran pocas y sencillas: palos aguzados, mazas de madera con cabeza de piedra y cuchillones, también de madera muy dura como la luma y el temu. Algunas barretas y palos en forma de tridente con piedras horadadas en forma de aro que, situadas cerca del extremo superior, con su peso permitían abrir hoyos más profundos. Sus viviendas eran rucas, estructuradas sólidamente con troncos y ramas, cubiertas con gruesos capas de paja, que los defendían adecuadamente de la lluvia, del viento y el frío. Su planta era circular u ovalada, alcanzando algunas hasta treinta metros en su dimensión mayor. Agricultores más avanzados fueron los atacameños y los diaguitas; los primeros, ubicados en los oasis interiores de Antofagasta y los segundos, en la región de Coquimbo.

Ambos pueblos habían vencido la aridez de su territorio utilizando las escasas tierras planas de valles y quebradas, remontando las laderas con terrazas de cultivo. Estas contaban con muros de contención hechos de piedra, debidamente nivelados, tras los cuales se depositaba tierra de cultivo. La conducción del agua en los terrenos bajos, y especialmente en los faldeos, se realizaba por medio de canales y acequias, de curso bien trazado, que obligaban, al igual que los andenes, a trabajos de limpieza y conservación.

Los atacameños sobresalieron, además, en la construcción de ciudadelas en puntos de fácil defensa, llamados pucará. En un comienzo sus muros eran de piedras superpuestas en forma simple pero, luego, emplearon para unirlas una mezcla de barro con paja, que hacía las veces de argamasa. Los techos estaban formados por vigas de madera y cubiertos de paja. Las labores agrícolas y de construcción de los atacameños y diaguitas requerían de disciplina y ordenamiento social.

La técnica bajo los incas

A su llegada a Chile, los incas impusieron su civilización en forma estable hasta la Angostura de Paine, y aún más allá, reorganizando las sociedades y estructurando una nueva realidad política, que se expresó en centros de poder y en la extensión del camino del inca, una de sus más importantes creaciones materiales. Su dominación, cuyo inicio precedió en poco menos de un siglo a la llegada de los españoles, introdujo técnicas más avanzadas y dio un mayor impulso a la construcción y a las faenas agrícolas. Los incas propiciaron construcciones de mayor envergadura, con un diseño arquitectónico complejo, como santuarios en altura, ubicados en las cumbres de la cordillera andina, y pucarás en cerros de excelente posición estratégica. En ambos tipos de obras se usó la piedra tallada en bloques de mediano y gran tamaño, pegados con argamasa de arcilla.

El desarrollo de obras hidráulicas fue notable bajo la dominación inca. El cronista Gerónimo de Vivar, precisó la existencia de veintidós canales para regar los cultivos del valle de Aconcagua. En Colina se encontró también un ejemplo significativo de una obra hidráulica de conducto cerrado. Fue un acueducto hecho con tubos de greda de diez centímetros de diámetro, que captaba agua del interior cordillerano para regar un huerto del gobernador inca que residía en ese lugar.

Los incas crearon un sistema de canales que permitia traer aguas desde las estribaciones de la cordillera andina, de lugares más elevados. Otro ejemplo lo constituye la construcción de un canal de regadío, en que trabajaron cinco mil indios, que sacaba agua del Mapocho a cuatro kilómetros del interior de Vitacura, para atravesar luego el cordón de serranías posteriores del cerro San Cristóbal, regando las tierras del costado norte del mismo.

Una muestra del uso de técnicas más avanzadas la constituyen los caminos construidos por el imperio inca, que se extendieron por más de treinta mil kilómetros, a lo largo y a lo ancho del imperio. Su técnica tenía características muy precisas. El trazado seguía una línea recta, con el fin de acortar distancias, por lo que las rutas subían y bajaban cerros, cruzando laderas y valles, por terrenos elegidos por su buen drenaje. Para señalizar los caminos usaban, en los desiertos costeros, señales de madera y adobe y, en los valles, delimitaban sus costados con tapias y árboles. En las zonas muy lluviosas los caminos eran pavimentados con lajas de piedra planas. Junto a los caminos, cada cierta distancia, existían los tambos, ranchos o ramadas que servían de albergue y aprovisionamiento a quienes viajaban cumpliendo misiones del inca.

El trazado vial rectilíneo dio origen a una tecnología para la construcción de puentes, los que eran construidos según las características orográficas del terreno y los materiales disponibles. Había cinco modelos de puentes, siendo los más sencillos los de troncos apoyados en rocas o en machones de albañilería de piedra. Los más comunes eran los puentes colgantes, que se construían colocando en paralelo de dos a seis cables de fibra de paja trenzada, que tenían un grosor de hasta sesenta centímetros, amarrados a estribos de piedra muy resistentes, colocados uno frente al otro en ambas riberas. Sobre las cuerdas se formaba un piso de ramas entrelazadas y dos sogas que constituían las barandas, conectadas al piso mediante otras sogas trenzadas. Hay constancia de que uno de estos puentes fue tendido sobre el río Maipo.

La red de caminos incásicos prestó servicios no sólo en los tiempos prehispánicos, sino que fue esencial para el movimiento de las huestes españolas durante la conquista, manteniéndose en uso durante largo tiempo. Algunos tramos han sobrevivido hasta hoy, encontrándose sus restos en diversos parajes del norte de Chile.

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