Jan 14, 2007

CONQUISTA Y ANEXION DE CHILE POR LOS INCAS

Por Hernán Ayarza Elorza
Antes del año 1430, los incas gobernaban en Perú, tan solo el Valle del Río Vilcanota, con capital en Cusco, que en quechua quiere decir 'ombligo del mundo'. El inicio de la capital y del imperio tiene lugar en el siglo XII con la coronación de Manco Capac, el primer lnca. Las siguientes dinastías se sucederían en pequeños reinados hasta el año de 1438 cuando Pachacutec, hijo de Viracocha, vence a los chankas. Este hecho posibilita una gran expansión militar, incorporando a la mayoría de los grupos culturales de la región, dando lugar al nacimiento del Tahuantisuyu, el imperio inca. Los Incas implantaron en todo el imperio su estilo de vida, el que a la llegada de los españoles estaba muy homogeneizado.
La sociedad incaica estaba bien jerarquizada, cada uno tenía su papel y su lugar. La vida no era fácil, pero la comida no faltaba y todos estaban alimentados. La gran complejidad del sistema favorecía la proliferación de funcionarios públicos, entre los que destacaban los Quipucamayoc, encargados de registrar el movimiento de personas y mercancías en los principales caminos; o los chasquis , que a falta de escritura, lo hacían a través de los quipus, es decir, cuerdas con un complicado sistema de nudos que servía para memorizar los datos.

Bajo el emperador Capac Yupanqui, los incas extendieron su poder más allá del valle del Cusco y, bajo el Inca Viracocha dieron inicio a una política de conquista y expansión del imperio estableciendo guarniciones en las aldeas de los pueblos conquistados. Bajo el emperador Pachacuti Inca Yupanqui (1438-1471) los quechuas conquistaron el sur del territorio que se extiende hasta el lago Titicaca y por el norte hasta la frontera sur de Colombia, dominado por los Aimaras, los Chancas, los Quichuas y el reino de Chimú. Bajo el emperador Tupac Inca Yupanqui (1471-93) el imperio quechua alcanzó su mayor superficie al conquistar Chile Central, incorporándolo a su territorio, que se extendió desde Chile hasta el sur de Colombia.

Chile preincásico


En la época precolombina, Chile estaba habitado por una gran variedad de pueblos. El desierto del Norte estaba poblado por granjeros aimaras, que cultivaban maíz y cuidaban sus rebaños de llamas y alpacas. En las zonas costeras surgieron pueblos de pescadores. En el interior montañoso destacaron los indios diaguitas y, en el centro y el sur, los mapuches, cuyos asentamientos pesqueros y agrícolas apenas se vieron afectados por las incursiones incas. En las remotas islas del sur vivían numerosos grupos de cazadores y pescadores.

El dominio inca fue positivo para los indígenas chilenos, tanto desde el punto de vista de la organización social, como por la introducción de nuevas técnicas, particularmente las constructivas y de riego.

Antes de la llegada de los incas, los habitantes de Chile estaban organizados en bandas de cazadores recolectores, pueblos agricultores, pescadores, y otros, que habían alcanzado etapas culturales adecuadas para su época y el medio, desplegando cada uno su ingenio en creaciones técnicas para la pesca y el cultivo de la tierra, que hoy llaman la atención.

Los changos, de las caletas del norte, desafiaban el oleaje costero en sus balsas de cueros de lobo inflados, como resultado de su experiencia sobre la flotación y la dinámica de la navegación impulsada por remos. Los mapuches avanzaban en una agricultura rudimentaria y, atacameños y diaguitas habían vencido la mezquindad de la tierra y el agua construyendo terrazas de cultivo y acequias. Los atacameños habían levantado también viviendas de piedra, y su modo de vida no carecía de ciertos refinamientos. En los niveles menos evolucionados de la cultura se encontraban bandas de recolectores, cazadores y pescadores, situados en diversas regiones del territorio. Sus creaciones técnicas diferían de acuerdo con las condiciones naturales que enfrentaban y según sus necesidades.

Es así que aquellos que vivían principalmente de la pesca, como los changos en el norte y los alacalufes y yaganes en los entornos del Estrecho de Magallanés, desarrollaron técnicas para construir, respectivamente, balsas de cueros de lobo marino inflados, ya mencionadas, y piraguas livianas hechas con tres cortezas de árbol cosidas firmemente con fibras vegetales. Como artilugios de pesca usaban anzuelos y arpones para pescar no sólo peces, sino también lobos de mar y aún ballenas.

Pueblos cazadores como los Onas en Tierra del Fuego y los Pehuenche en el sector cordillerano de Antuco, y en Neuquén, al otro lado de la cordillera eran etnias semi nómadas, que se desplazaban empleando dardos y flechas como armas e instrumentos de caza. Se cobijaban en viviendas que armaban y desarmaban con facilidad, utilizando ramas, palos y cueros que transportaban con ellos en su deambular.

Los pueblos agricultores, en especial los mapuche, que incluían a los picunches, entre los ríos Choapa y Maule, a los araucanos entre el Itata y el Toltén, y a los huilliches, al sur de este último río, abarcando también la Isla de Chiloé. Estas etnias, sin haber abandonado la caza y la recolección, llevaban a cabo trabajos agrícolas rudimentarios. Las herramientas que usaban para cavar eran pocas y sencillas: palos aguzados, mazas de madera con cabeza de piedra y cuchillones, también de madera muy dura como la luma y el temu. Algunas barretas y palos en forma de tridente con piedras horadadas en forma de aro que, situadas cerca del extremo superior, con su peso permitían abrir hoyos más profundos. Sus viviendas eran rucas, estructuradas sólidamente con troncos y ramas, cubiertas con gruesos capas de paja, que los defendían adecuadamente de la lluvia, del viento y el frío. Su planta era circular u ovalada, alcanzando algunas hasta treinta metros en su dimensión mayor. Agricultores más avanzados fueron los atacameños y los diaguitas; los primeros, ubicados en los oasis interiores de Antofagasta y los segundos, en la región de Coquimbo.

Ambos pueblos habían vencido la aridez de su territorio utilizando las escasas tierras planas de valles y quebradas, remontando las laderas con terrazas de cultivo. Estas contaban con muros de contención hechos de piedra, debidamente nivelados, tras los cuales se depositaba tierra de cultivo. La conducción del agua en los terrenos bajos, y especialmente en los faldeos, se realizaba por medio de canales y acequias, de curso bien trazado, que obligaban, al igual que los andenes, a trabajos de limpieza y conservación.

Los atacameños sobresalieron, además, en la construcción de ciudadelas en puntos de fácil defensa, llamados pucará. En un comienzo sus muros eran de piedras superpuestas en forma simple pero, luego, emplearon para unirlas una mezcla de barro con paja, que hacía las veces de argamasa. Los techos estaban formados por vigas de madera y cubiertos de paja. Las labores agrícolas y de construcción de los atacameños y diaguitas requerían de disciplina y ordenamiento social.

La técnica bajo los incas

A su llegada a Chile, los incas impusieron su civilización en forma estable hasta la Angostura de Paine, y aún más allá, reorganizando las sociedades y estructurando una nueva realidad política, que se expresó en centros de poder y en la extensión del camino del inca, una de sus más importantes creaciones materiales. Su dominación, cuyo inicio precedió en poco menos de un siglo a la llegada de los españoles, introdujo técnicas más avanzadas y dio un mayor impulso a la construcción y a las faenas agrícolas. Los incas propiciaron construcciones de mayor envergadura, con un diseño arquitectónico complejo, como santuarios en altura, ubicados en las cumbres de la cordillera andina, y pucarás en cerros de excelente posición estratégica. En ambos tipos de obras se usó la piedra tallada en bloques de mediano y gran tamaño, pegados con argamasa de arcilla.

El desarrollo de obras hidráulicas fue notable bajo la dominación inca. El cronista Gerónimo de Vivar, precisó la existencia de veintidós canales para regar los cultivos del valle de Aconcagua. En Colina se encontró también un ejemplo significativo de una obra hidráulica de conducto cerrado. Fue un acueducto hecho con tubos de greda de diez centímetros de diámetro, que captaba agua del interior cordillerano para regar un huerto del gobernador inca que residía en ese lugar.

Los incas crearon un sistema de canales que permitia traer aguas desde las estribaciones de la cordillera andina, de lugares más elevados. Otro ejemplo lo constituye la construcción de un canal de regadío, en que trabajaron cinco mil indios, que sacaba agua del Mapocho a cuatro kilómetros del interior de Vitacura, para atravesar luego el cordón de serranías posteriores del cerro San Cristóbal, regando las tierras del costado norte del mismo.

Una muestra del uso de técnicas más avanzadas la constituyen los caminos construidos por el imperio inca, que se extendieron por más de treinta mil kilómetros, a lo largo y a lo ancho del imperio. Su técnica tenía características muy precisas. El trazado seguía una línea recta, con el fin de acortar distancias, por lo que las rutas subían y bajaban cerros, cruzando laderas y valles, por terrenos elegidos por su buen drenaje. Para señalizar los caminos usaban, en los desiertos costeros, señales de madera y adobe y, en los valles, delimitaban sus costados con tapias y árboles. En las zonas muy lluviosas los caminos eran pavimentados con lajas de piedra planas. Junto a los caminos, cada cierta distancia, existían los tambos, ranchos o ramadas que servían de albergue y aprovisionamiento a quienes viajaban cumpliendo misiones del inca.

El trazado vial rectilíneo dio origen a una tecnología para la construcción de puentes, los que eran construidos según las características orográficas del terreno y los materiales disponibles. Había cinco modelos de puentes, siendo los más sencillos los de troncos apoyados en rocas o en machones de albañilería de piedra. Los más comunes eran los puentes colgantes, que se construían colocando en paralelo de dos a seis cables de fibra de paja trenzada, que tenían un grosor de hasta sesenta centímetros, amarrados a estribos de piedra muy resistentes, colocados uno frente al otro en ambas riberas. Sobre las cuerdas se formaba un piso de ramas entrelazadas y dos sogas que constituían las barandas, conectadas al piso mediante otras sogas trenzadas. Hay constancia de que uno de estos puentes fue tendido sobre el río Maipo.

La red de caminos incásicos prestó servicios no sólo en los tiempos prehispánicos, sino que fue esencial para el movimiento de las huestes españolas durante la conquista, manteniéndose en uso durante largo tiempo. Algunos tramos han sobrevivido hasta hoy, encontrándose sus restos en diversos parajes del norte de Chile.

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Arquitectura y Construcción Azteca

Por Hernán Ayarza Elorza
Los aztecas llegaron al Valle de México a principios del siglo Xll, procedentes del noroeste de México. Otros pueblos de lengua Nahualt, habían llegado anteriormente a la región mesoamericana desde la llamada América árida. Las siete tribus aztecas, guiadas por varios sacerdotes y caudillos, se asentaron sucesivamente en el lago Pátzcuaro y en Coatepec, antes de llegar al Valle.

En 1272 los aztecas se establecieron en Chapultepec donde se hicieron famosos por su agresividad y sus sacrificios. En 1319 Fueron derrotados por otros pueblos quedando confinados en Tizapán. Posteriormente se aliaron a los culhuas, pero tras el sacrificio de la hija del señor de Culhuacan tuvieron que huir por el interior del lago Texcoco. En uno de los islotes del lago, la visión de un águila que se comía a una serpiente posada sobre un nopal les indico el lugar donde debían construir su nueva capital, Tenochtitlan fundada en 1325.

Durante los años siguientes, los aztecas y los tlatelolcas rindieron tributo a los tepanecas de Azcapotzalco. Los aztecas ayudaron a los tepanecas a conquistar la ciudad de Texcoco y dejaron de pagar tributo a Azcapotzalco.

Los aztecas heredaron elementos culturales de pueblos que les precedieron en la historia. Por ejemplo, es evidente la incorporación de mitos toltecas a los suyos, de dioses que forman parte de su panteón y que se hallan presentes en Cuicuilco y Teotihuacan y de ciertas formas de organización social, política y económica, así como rituales y ceremonias que integraron a los suyos.

Introducción
La base de la sociedad azteca era la familia, de carácter patriarcal, generalmente monogámica aunque se permitía la poligamia. El grupo familiar podía reducirse a la pareja de cónyuges y a la progenie, o a otras formas de familia más extensas, constituidas por los padres y las familias de los hijos. Un grupo de varias familias componía el calpulli, unidad social compleja que se encargaba de funciones muy diversas. Un consejo formado por los cabezas de familia elegía al jefe del calpulli, que debía pertenecer a un linaje determinado. Cada familia perteneciente a un calpulli recibía en usufructo una parte de las tierras comunales la cual volvía al calpulli si dejaba de cultivarse. A veces varios calpulli se hallaban unidos en barrios y solían estar especializados en alguna actividad artesanal o profesional.

Uno de los rasgos más característicos de la sociedad azteca era su división en castas. La nobleza estaba formada por los miembros de la familia real, los jefes de los calpulli, los jefes militares siendo el grupo que poseía los mayores privilegios. Algunos comerciaban dentro de la ciudad, y otros fuera de Tenochtitlan, desempeñándose a la vez como embajadores y espías. Gozaban de algunos privilegios, según sus riquezas y los servicios que brindaran. La clase social de los plebeyos, estaba compuesta por campesinos y artesanos, los cuales debían pagar tributos al estado. La economía de la confederación estaba organizada considerando el pago de tributos y la contribución militar por parte de los estados sometidos.

Gran parte de la vida y la cultura aztecas se hallaba determinada por sus creencias religiosas. Una poderosa casta sacerdotal se encargaba de organizar las ceremonias rituales, de dirigir los centros de educación y de realizar predicciones sobre los diversos aspectos de la sociedad y la política del imperio.

Los aztecas adoptaron las creencias religiosas de los pueblos vecinos y de otros sometidos. Su religión era politeísta, aunque predominaban unas pocas divinidades principales. Los dioses aztecas más importantes estaban relacionados con el cielo solar y agrícola.

Uno de los aspectos más característicos de la religión era la práctica de sacrificios. El derramamiento de sangre de las víctimas inmoladas, animales o humanas y la ofrenda de corazones, por los propios sacerdotes Ellos creían en que las fuerzas de la naturaleza obraban para el bien o para el mal, y por eso personificaban los elementos naturales, como dioses y diosas y les rendían culto. La divinidad más importante era Quetzalcoatl, el dios del viento, de la vida, de la fertilidad, inventor del maíz y de la agricultura, creador del calendario solar y organizador de los ritos religiosos.

Controlaban a varias ciudades satélites, a las cuales les exigían tributo y víctimas para los sacrificios, por lo que el principal propósito la guerra contra sus vecinos era conseguir prisioneros, que debían capturar vivos, ya que los muertos no servían para el sacrificio.

La arquitectura azteca
En el caso de su arquitectura, existen sobradas evidencias de la fusión de las influencias de otras culturas, con las características y el sello propios que los aztecas plasmaron en sus manifestaciones arquitectónicas.

Poco queda de la arquitectura azteca, pero es posible imaginarla a través de los relatos maravillados de los cronistas españoles. Las casas de los ricos eran majestuosas y lujosas, en tanto que los pobres construían casitas de adobe sin ventanas ni chimeneas. La arquitectura sagrada era imponente e imponía respeto, predominando en ella la construcción piramidal.

Las pirámides-templos aztecas eran construcciones que seguían las tradiciones de los mayas. Constaban de un cuerpo piramidal con un templo o conjunto de templos en su cima, a los que se accedía por una empinada escala. Las pirámides estaban decoradas con relieves, estuco pintado de diversos colores, y planchas de oro. En lo alto, a un metro más o menos del fin de la escala, se encuentra el altar donde eran llevados a cabo los sacrificios. Sólo los sacerdotes, vestidos de negro y maquillados del mismo color, podían subir hasta la cima de la pirámide. Las personas destinadas al sacrificio subían también por esa escalera hasta el altar.

Una vez allí, eran tomados por cuatro sacerdotes, uno para cada extremidad, mientras el sumo sacerdote, con suma habilidad y rapidez, habría el pecho de la víctima y extraía su corazón palpitante, lo levantaba, se lo ofrecía al sol y lo arrojaba contra el rostro del ídolo en el interior del templo. Después se deshacían del cuerpo lanzándolo escala abajo. La escala, el santuario e incluso los propios sacerdotes estaban constantemente empapados en sangre; la sangre era la esencia de todo, sus creencias relataban el sacrificio de sangre que hicieron los dioses para crear el mundo, y el deber de los hombres de mantener ese mundo con su propia sangre, era una necesidad vital para ellos.

Planificación urbana
Los aztecas tenían una enorme y deslumbrante ciudad, como salida de un sueño según las crónicas castellanas. Tenochtitlán, que constaba de grandes y rectas avenidas, canales navegables y grandes pirámides, más altas que las catedrales castellanas, posiblemente era la mayor ciudad del mundo en su época, cuyas ruinas se hallan bajo la actual Ciudad de México.

La traza urbana de Tenochtitlan fue concebida a partir del modelo de Teotihuacan; si bien es cierto que esta última estaba destruida y cubierta de vestigios, también lo es que a partir de los montículos podía adivinarse el diseño de la ciudad.

La Pirámide del Sol debió ser el primer centro de la antigua urbe, la que se podría llamar la ciudad vieja. Según los especialistas, este centro se desplazó un poco más tarde a la Ciudadela. Teotihuacan guarda una distribución de cuatro cuadrantes o barrios, divididos por los ejes que forman la Calzada de los Muertos -de norte a sur- y las avenidas este y oeste. Orientadas hacia los cuatro puntos cardinales o rumbos del Universo, al igual que en Teotihuacan. En medio se encontraba la plaza principal, con sus 78 edificios –que al decir de Sahagún-, el principal de ellos, el Templo Mayor, constituía el "centro" del universo mexica.

Aquí es necesario mencionar que -al igual que muchas otras manifestaciones- la arquitectura estaba formada por un simbolismo cuyos significados eran profundamente complejos. Así el Templo Mayor representaba dos cerros: el lado de Huitzilopochtli es el cerro de Coatepec, lugar de nacimiento del dios y del combate contra el enemigo; el sitio de la guerra y del sacrificio: de la muerte. El lado de Tláloc es el Tonacatépetl, el cerro de los mantenimientos, donde se encierran los granos de maíz que dan sustento al hombre; el lugar de la fertilidad y de la vida.

De lo anterior se deriva que ambos lados del edificio encarnan y complementan el mito: el combate del cerro de Coatepec y del cerro al que entra Quetzalcóatl en busca de los granos primigenios. El Templo Mayor también era el sitio por donde se sube a los niveles celestes o se baja al inframundo. De él parten los cuatro rumbos del universo, cada uno regido por un dios, un color, un árbol y un glifo.

Como puede verse, la carga de sacralidad de este edificio era enorme, más por tratarse de un templo principal. Esto nos da una idea de que la arquitectura -ya fuera una casa, un palacio, un templo y hasta la planificación urbana- obedecía a una concepción preconcebida del orden universal.

Por ser una ciudad lacustre Tenochtitlan tenía características específicas que le daban una configuración especial. La mayoría de las casas se construían atendiendo a esa peculiaridad.

Según el cronista y soldado español Bernal Díaz del Castillo, entre otras cosas le mencionaron que las casas se comunicaban entre sí mediante puentes levadizos o a través de canales, por lo que las canoas eran el principal medio de comunicación.

En el Archivo General de la Nación se conservan documentos que muestran la planta de las casas y su distribución interior; las que eran muy sencillas, de una a varias habitaciones cuadradas. Los materiales empleados eran adobe, madera y piedras; resulta interesante que los techos fueran planos (azoteas), dato al que Bernal Díaz hace referencia en varias ocasiones.

Los palacios y templos
El Palacio de Moctezuma debió ser algo excepcional; la descripción que de él nos da Bernal Díaz del Castillo en su obra Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, publicada por primera vez en 1632, es impresionante: lo conformaban múltiples habitaciones, además de un zoológico con estanques de agua, así como bien cuidadas huertas de diversas plantas.

Las llamadas casas nuevas de Moctezuma probablemente estaban encaladas y adornadas con pinturas en sus muros. Las casas de los nobles y de grandes guerreros, aunque de menor tamaño, habrían tenido acabados similares.


La Casa de los Dioses
Aunque se ha hecho referencia al Templo Mayor, cabe agregar que en el recinto ceremonial se han encontrado otros templos aledaños, como los templos rojos, cuya arquitectura recuerda el orden de talud y tablero teotihuacanos, o el Recinto de los Guerreros Águila, con pilares en el pórtico y las banquetas decoradas con procesiones de guerreros, similares a las que se ven en Tula y en Chichén Itzá.

Recientemente, el equipo del arqueólogo Leonardo López Luján pudo continuar con la excavación del pórtico que corre de este a oeste, encontrándose otro acceso donde dos figuras de barro de personajes desencarnados flanqueaban la entrada y una serpiente de piedra se hallaba en medio de ésta.

El contexto resulta interesante, pues las nuevas figuras -además de la que ya se conocía de los guerreros águilas y los esqueletos de barro- ofrecen una evidente asociación del edificio con la guerra y la muerte; no olvidemos que a pocos metros de este conjunto se encuentra el altar-tzompantli, con más de 200 cráneos esculpidos en sus muros -todo ello al norte del Templo Mayor, el rumbo que se asocia con lo negro, con el cuchillo de sacrificio y con el Mictlampa, o ruta de la muerte.

Este texto resulta insuficiente para describir en detalle la arquitectura mexica y sus componentes formales y simbólicos; sin embargo, no se puede dejar de mencionar un templo singular: el de Malinalco. En efecto, su edificio está tallado en la roca. Consta de un basamento de dos cuerpos con su escalinata de 13 escalones, que mira hacia el sur, la cual conduce al templo de planta circular.

A éste se accede por una puerta que en realidad es la boca de una serpiente cuya lengua bífida se extiende por el piso. En el interior se ve una banqueta sobre la que hay un jaguar y dos águilas esculpidos; en medio, sobre el piso, se ve también un águila.

No cabe duda acerca del carácter ritual del edificio: la orientación, los escalones de acceso a la parte alta, las esculturas y la planta circular, todo induce a pensar en un lugar de guerreros jaguar; más aún, el hecho de que se entre por la boca de la serpiente y se llegue a su vientre, representado por la forma circular, debió revestir el carácter ritual por medio del cual el joven aspirante a pertenecer a cualquiera de las dos órdenes militares volvía a renacer de la matriz del ofidio, ya transformado en guerrero águila o jaguar.

Los vestigios que los arqueólogos han podido rescatar -Templo Mayor, Tlatelolco, Malinalco, el Tepozteco, Cihuatecpan, etc.-, así como los que se ha encontrado mediante la arquelogía de salvamento en diversos puntos de la actual Ciudad de México, permiten conocer muchas de las características arquitectónicas de casas, palacios y templos mexicas que causaron admiración de los conquistadores.

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Arquitectura y Construcción Maya

Por Hernán Ayarza Elorza
La civilización maya, la más avanzada de las grandes culturas de América Central, produjo una arquitectura espectacular. Decenas de ciudades y centenares de monumentos salpican la gran selva tropical de Guatemala, Honduras, Belice y México, así como la floresta de Yucatán. Los mayas fueron un pueblo que vivió en el sur de México y norte de América Central, siendo especialmente importante su presencia en Guatemala y en Belice. La aparición de los mayas llevaba muchos siglos cuando, durante las primeras centurias de la era cristiana, desarrollan su cultura, caracterizada por sus templos de piedra con bóvedas abocinadas, construidos en la cima de altas y empinadas pirámides, y estelas, monumentos conmemorativos de piedra, en forma de pedestal o losa, de sección rectangular, relativamente estrecha en relación a su altura, con inscripciones o esculturas en sus superficie, y alfarería policromada, que describen sus genealogías, victorias militares y otros logros.


Hay evidencia arqueológica que muestra que los mayas comenzaron a edificar arquitectura ceremonial hace unos 3.000 años. Ellos construyeron las famosas ciudades de Tikal, Palenque, Copán y Calakmul, así como muchas otras en la región bajo su dominio. Su imperio, basado en la agricultura, consistía en numerosas ciudades-estado independientes. Los monumentos más notables fueron las pirámides que construyeron en sus centros religiosos, junto con los palacios de sus gobernantes. Los mayas participaron en el comercio a larga distancia en Mesoamérica y posiblemente más allá comerciando, entre otros, cacao, sal, y obsidiana.

La arquitectura de los mayas es tan característica como la griega, la romana o la gótica y, aunque presenta variaciones locales, es de una naturaleza única. En Quintana Roo, Campeche y Chiapas, en Petén y en las tierras altas de la sierra volcánica guatemalteca, las tribus mayas crearon, entre el inicio de la Era Cristiana y el siglo XII, un número impresionante de monumentos, que los arqueólogos se han dedicado a excavar, estudiar y restaurar. Estas creaciones muestran un sentido artístico que floreció en el Nuevo Mundo, en una época en la que Europa conoció el apogeo romano, las grandes invasiones y los comienzos de la Edad Media, sin que hubiesen tenido contacto alguno con al mundo antiguo.

Si bien los mayas adoptaron un sistema original, su manera de construir presenta más de una similitud con la de las antiguas civilizaciones, tanto que con los del Viejo Mundo es tan evidente, que los primeros descubridores de las ciudades enterradas en la selva virgen de México y Petén pensaron que los amerindios habían recibido influencias de Egipto, Babilonia o de la antigüedad clásica. Por otra parte las similitudes con los monumentos de Angkor –bóvedas abocinadas, templos soportados por altas pirámides, etc.- hasta mediados del siglo XX seguían suscitando hipótesis de contactos con pueblos del otro lado del Pacífico.

La arquitectura maya
La arquitectura de los mayas constituye, sin duda, una de las más ricas expresiones artísticas que los precolombinos crearon para sus dioses y sus soberanos. Por este motivo dichas obras han merecido ser analizadas respecto a su significado y evolución, reglas que las rigen, y proyectos de sus autores. Este legado forma un verdadero hilo conductor que permite comprender mejor la principal civilización mesoamericana.

La civilización maya, la más avanzada de las grandes culturas de América Central, produjo una arquitectura espectacular. Decenas de ciudades y centenares de monumentos salpican la gran selva tropical de Guatemala, Honduras, Belice y México, así como la floresta de Yucatán. La arquitectura que se desarrolla al norte de ésta ofrece ejemplos admirables en cuanto a las formas y al decorado, que constituyen el apogeo del arte de construir de los mayas; tanto por la pureza de sus conjuntos, como por el rigor técnico de su realización; las construcciones de Yucatán encierran verdaderas obras maestras, como los edificios de Uxmal, Cava, Sayil o Labná, que datan del final de la época clásica, entre 800 y 900 dC. Durante la época postclásica, entre 900 y 1200 dC, la civilización maya sufre la influencia de las culturas que entonces dominan el altiplano. El resultado fueron unos monumentos grandiosos, síntesis fascinantes entre el arte autóctono y las corrientes centroamericanas, en vísperas del imperialismo de los aztecas de Tenochtitlán.

No cabe duda que dentro de la arquitectura precolombina, la producción de los mayas ocupa un lugar especial. Los mayas, que constituyen la civilización más importante de América Central, son autores de edificios que se distinguen de las construcciones de los demás pueblos del Nuevo Mundo. Las construcciones erigidas por los mayas poseen, en efecto, un sistema de cubierta de fábrica –la bóveda abocinada o falsa bóveda- ejecutada con argamasa mezclada con grava, lo cual constituye un hormigón casi monolítico. Esta particularidad ha hecho que los monumentos de esta cultura no solo hayan resistido mejor que otros los ataques del tiempo, de los hombres y de la naturaleza, sino que puedan seguir ofreciendo en la actualidad unos espacios internos casi intactos.

Si bien los mayas no usaron la rueda ni el torno, reinventaron las grandes leyes de la composición, propias del urbanismo y de la arquitectura: supieron jugar con los

espacios externos, los llenos y los vacíos, las plazas rodeadas de edificios, la alternancia entre las masas horizontales de los palacios y la verticalidad de las pirámides; utilizaron terrazas y explanadas para marcar los niveles de las construcciones; y supieron construir conjuntos jalonados de esculturas y articular el tránsito mediante verdaderos arcos de triunfo; en una palabra, convirtieron sus monumentos en signos externos de poder y de civilización. Figura 1.

Figura 1
Gran Plaza Ceremonial de Tikal

Por esta razón el estudio de la arquitectura maya constituye una de las mejores claves para comprender la extraordinaria cultura de esos pueblos que se desarrollaron en un mundo tropical y exuberante, manteniendo una incesante lucha con una naturaleza con frecuencia hostil al hombre, y que ellos convirtieron en su entorno cotidiano.

Los templos piramidales
Con frecuencia los templos religiosos más importantes se construían en la cima de las pirámides mayas, posiblemente por ser el lugar más cercano a los cielos. Estos templos-pirámides, altos y empinados, tenían una escala estrecha, de piedra, para subir hasta el templo, ubicado en la cúspide de su pirámide. En los principales espacios había muchas pirámides, algunas de gran altura comparadas con las otras más pequeñas, de carácter secundario, cuya distribución relativa tenía que ver con los puntos cardinales.
Figura 2
Templo pirámide en Tikal

El templo, que se veía pequeño en relación con su base, consistía en dos habitaciones, una tras la otra, de las que la primera se habría a la fachada por una o tres puertas. Ambas tenían por cubierta las clásicas bóveda abocinadas mayas, separadas por un muro de albañilería.

Debajo de los orgullosos templos estaban las pirámides que eran, en última instancia, una serie de plataformas con empinados escalones que permitían el acceso al templo como se aprecia de la Figura 1, que corresponde a una pirámide y templo en Tikal. Figura 2.

Los mayas erigian sus templos sobre inmensas pirámides construidas con basamentos escalonados. y cada cara de la pirámide disponía de una escalera que conducía al templo propiamente dicho. Este último era de piedras cuidadosamente labradas y su única planta estaba adornada exteriormente con una exuberante decoración de estuco, mientras que el interior estaba decorado con pinturas al fresco. Figura 2

Entre las más bellas realizaciones arquitectónicas correspondientes al período clasico (ss. Vll Vlll) se citan la casa del Gobernador, la casa de las Monjas y la casa del Adivino, en Uxmal, y el templo de las Inscripciones y el templo del Sol, en Palenque. En 1952, en la cripta del templo de las Inscripciones y bajo una losa adornada con un admirable altorrelieve que representa el Árbol de la Vida, se descubrió el esqueleto de un rey-sacerdote cubierto de ornamentos y de joyas de jade, entre ellos una bellísima máscara (Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México) Cuando las tribus primitivas -en el periodo arcaico o formativo, entre los años c.2.500 y 1.300 aC, construyeron los primeros conjuntos religiosos, concibieron la morada de sus dioses del mismo modo que la choza: paredes de caña y barro, y techumbre de hojas de palma, distinguiéndola de las viviendas por la altura de las plataformas sobre las que se levantaban. Estas terrazas, hechas de materiales que se habían ido acumulando a lo largo de los siglos, constituyeron la base de los templos. Ensanchándolas y elevándolas, los mayas edificaron inmensos pedestales de forma piramidal que soportaban la casa del dios.

El trabajo del estuco alcanzó su maxima perfección en Palenque, y así lo demuestran los personajes de tamaño natural representados por las cabezas de guerreros encontradas en la cripta del templo de las Inscripciones. El periodo tolteca derivó hacia una arquitectura oficial, pero los templos siguieron siendo numerosos: en Chichén Itza, el templo de los Jaguares y el de los Guerreros (precedido éste por la plaza de las Mil Columnas), el tzompantli (en el que se amontonaban los cráneos de las víctimas representadas en los bajorrelieves laterales), el mercado y el castillo constituyen, junto con el Juego de Pelota y la tumba del Gran Sacerdote, uno de los más importantes conjuntos del arte maya-tolteca.

La yuxtaposicióin de motivos pertenecientes a ambas civilizaciones caracterizo a la escultura, en la que, sobre todo, se repite la máscara con nariz en trompa del dios tolteca de la lluvia, Chac, representación del lucero del alba. Los mayas hicieron un notabilisimo invento arquitectónico: la falsa boveda o bóveda en saledizo, también llamada bóveda triangularo (sirva de ejemplo la de la casa del Gobernador, en Uxmal).

Lo esencial de la escultura, siempre estilizada y decorativa, está representado por los bajorrelieves, cuya exuberante profusión justifica hasta cierto punto el calificativo de barrocos. Constantemente se repiten glifos y signos celestes (estrechamente relacionados con el calendario maya), jeroglíficos, figuras humanas vistas de perfil y emplumadas con motivos geométricos. La escultura en altorrelieve es poco frecuente, pese a ello se han encontrado estelas en verdad admirables (Copán).

Mención especial merecen las numerosísimas estatuillas en terracota, cuya variedad (mujeres. sacerdotes, guerreros, jugadores de pelota, actores y bailarines) solo es comparable a la vivacidad y a la expresividad de que fueron dotadas (600 a 950 dC.) sobre todo en la región noroeste del Yucatán. Nada sabríamos de la riquísima pintura mural maya de no ser por el conjunto de frescos descubierto en 1945 en el templo llamado ahora de las Pinturas, en Bonampak. Figura

Figura
Mural de Bonambak

A modo de epílogo
Uno de los misterios más fascinantes para los historiadores del mundo precolombinos es la desaparición de los mayas. Su decadencia ha parecido misteriosa a los diferentes autores que han estudiado la extinción de esa cultura tan avanzada. Para explicarla los especialistas han invocado las más variadas razones, que se expusieron en el artículo anterior.

La agonía de ciudades mayas más importantes de refleja en la interrupción repentina de las inscripciones que empiezan a escasear o desaparecer de los monumentos entre los años 795 y 909, Así, en poco más de un siglo, la brillante cultura de los mayas se detiene, sus tradiciones caen en el olvido y las tribus entran en decadencia, una tras otra y sus ciudades son cubiertas por la selva.

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ARQUITECTURA Y CONSTRUCCiÓN PRECOLOMBINAS:LAS CULTURAS PRECOMBINAS

Por Hernán Ayarza Elorza
La llegada de Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492 a América, dio inicio a una política de conquistas que destruyó gran cantidad de culturas autóctonas. Todas estas culturas -colonizadas por los imperios de España, Portugal e Inglaterra, principalmente- se conocen con el nombre de precolornbinas, pudiendo decirse que con aquel acontecimiento se inicia la relación entre la cultura europea y precolombinas, que resultó fatal para las culturas americanas.

Durante los primeros siglos de la era cristiana, los pueblos que habitaban en Mesoamérica alcanzaron logros tan notables, que los estudiosos se refieren a esta etapa como el Periodo Clásico. Fue en este lapso cuando las artes alcanzaron su mayor florecimiento: escultura, pintura, arquitectura y artesanías menores, llegándose al desarrollo pleno de un sistema calendárico y a la elaboración de complejos sistemas matemáticos y de escritura. Mientras en lo político estructuraron verdaderos estados regionales, en lo social la creciente población hizo necesaria la creación de instituciones más complejas y el nacimiento de las ciudades. En lo económico, se intensificaron las tecnologías agrícolas y las especializaciones laborales, generando un conjunto de productos que darían vida a un sistema mercantil regional e interregional. En el aspecto religioso, se observa la personificación de las deidades y una diversificación que se acerca, casi totalmente a la cosmogonía y a las creencias de los mesoamericanos del siglo XVI.

Introducción
Las culturas precolombinas que han recibido más atención en Occidente son las de los mayas, los aztecas y los incas, porque estas tres civilizaciones eran imperiales, urbanas y tenían alguna forma de escritura o de registro histórico. Las dos grandes áreas donde se desarrollaron las culturas más avanzadas de América fueron Mesoamérica -México, Honduras, Guatemala, Belice y El Salvador- y el centro de los Andes -Perú, Bolivia y Ecuador-. Por otra parte, las tribus nómadas del norte de América, no llegaron a realizar construcciones permanentes, aunque algunas civilizaciones más cercanas a los focos culturales mesoamericanos, como los indios mokis o pueblo de Sonora, Arizona y Nuevo México, construyeron con piedra y adobe. Estos pueblos indígenas americanos iniciaron su declive hacia el año 1.300, aunque aún se conservan restos de sus arquitecturas rupestres y de algunos poblados.

Cronológicamente se han establecido tres periodos que comprenden las fases más importantes del desarrollo de estas culturas: el "preclásico" o de formación, (c. 1500 aC -c. 300 dC); el "clásico" o de florecimiento, (c. 300 -c. 900); y el "postclásico" (c. 900 -1540). En el periodo preclásico se pueden apreciar algunos de los rasgos del desarrollo pleno de la civilización precolombina, en el que América estaba conformada por jefaturas tribales aisladas y reinos pequeños, cuyas respectivas culturas se desarrollaron, en su mayor parte, independientes unas de otras. Sin embargo, existen pruebas de la amplia difusión de algunas ideas religiosas y motivos visuales. Tanto la civilización olmeca de México, como la cultura de San Agustín en Colombia y la cultura chavín en Perú, adoraban a una deidad felina y todas compartían una iconografía artística similar.

Durante el periodo clásico se desarrollaron imperios muy complejos cuyos dirigentes eran por lo general sacerdotes, en lugar de los sacerdotes-guerreros que gobernaron más adelante las civilizaciones posclásicas. Aunque suele considerársele como un periodo pacífico, estudios arqueológicos más recientes han demostrado que la mayoría de las civilizaciones del periodo clásico eran guerreras. Las conquistas y el comercio extensivo produjeron una riqueza que se utilizó para la construcción de centros ceremoniales o ciudades, así como para la creación de efectos personales cada vez más lujosos y objetos funerarios o rituales de gran calidad.

El periodo postclásico se caracteriza por las frecuentes guerras provocadas por presiones socioeconómicas, tales como el aumento de la población y el desarrollo técnico. Las culturas y civilizaciones de este periodo son las mejor documentadas, debido a que los cronistas españoles recogieron .sus impresiones personales o recopilaron historias de los conquistados

Las civilizaciones precolombinas eran principalmente agrícolas. El cultivo del maíz se convirtió en el alimento principal en Mesoamérica, como lo fue la papa o patata en la zona andina de Perú y Bolivia. Hasta la relativa secularización que se dio en el periodo posclásico, la religión fue primordial en la configuración y el desarrollo de la cultura precolombina. Las creencias y ritos religiosos estaban muy condicionados por preocupaciones relacionadas con la fertilidad de la tierra y la productividad de las cosechas, que suelen predominar en las sociedades agrícolas. Por lo tanto, gran parte del arte y la arquitectura precolombinos está relacionada con la astronomía, a través de la cual los indígenas americanos establecían las épocas más apropiadas para plantar y recoger la cosecha.

Arquitectura y construcción
Durante 3.000 años y antes de la exploración y colonización del hemisferio occidental por parte de los europeos, los pobladores nativos de la América precolombina desarrollaron un conjunto de civilizaciones cuyos logros artísticos, arquitectónicos e intelectuales, podían rivalizar con los de la antigua China, la India, Mesopotamia y el mundo mediterráneo. Estos logros resultan aún más sorprendentes si se tiene en cuenta que la mayoría de las técnicas de las civilizaciones del hemisferio oriental no eran conocidas en el Nuevo Mundo. La rueda, por ejemplo, se usaba en Mesoamérica solamente en juguetes y nunca llegó a aplicarse a la alfarería, a la construcción de carretas o como sistema de arrastre. El uso de herramientas de metal no era frecuente y, además, no empezaron a utilizarse sino hasta las últimas etapas de la historia precolombina.

Los edificios precolombinos en las épocas antiguas se construían con madera, juncos trenzados, esteras de fibra o paja, y otros materiales también perecederos. Las estructuras permanentes o de carácter monumental se construían en piedra o adobe (ladrillos de barro secado al sol), principalmente en Mesoamérica y en la zona central andina

Las técnicas de construcción precolombinas eran rudimentarias. La mayor parte de las estructuras se construían con el sistema de pilastra y dintel o de vigas horizontales sin arcos, aunque la cultura chavín del Perú y la maya de Mesoamérica emplearon el arco falso o bóveda de piedra salediza, que consiste en colocar una piedra sobre otra para conseguir una forma de arco. Utilizaban más herramientas de piedra que de metal, y tanto el transporte como la construcción de edificios monumentales, como las pirámides, palacios, tumbas y templos sobre basamentos escalonados, se llevaban a cabo manualmente sin ayuda de ningún tipo de maquinaria.

Existen dos tipos de construcciones que caracterizan las edificaciones mesoamericanas: las pirámides y el juego de la pelota. Las primeras eran estructuras escalonadas, con su parte superior truncada, sobre la que se construía el templo y se celebraban los rituales. Una de sus características más llamativas, es la construcción de un nuevo edificio sobre el anterior, cada 52 años, período en el que, según su creencia, se renovaba el mundo.

La pirámide precolombina, predominante entre los mayas y los aztecas, se la considera como diferente a su equivalente egipcia, pues no tenía fines funerarios, estando concebida tan solo como residencia de una deidad. Sin embargo, excavaciones recientes confirman, reiteradamente, que solían incorporarse tumbas a las pirámides. Los pictogramas de los códices, permiten suponer que las pirámides tenían gran importancia cívica y cultural.

Para darles un carácter más monumental, incrementando así el prestigio del gobernante; muchas de las pirámides mesoamericanas se reconstruían periódicamente sobre una ya existente, práctica relacionada principalmente con cada cambio de era, lo que se conmemoraba construyendo pirámides nuevas encima de las anteriores.

Los mayas, los aztecas y los incas, concibieron sus construcciones religiosas en un intento de elevar al cielo sus plegarias, aunque los incas, dado la zona montañosa en la que habitaban, en vez de construir edificios piramidales, optaron por la sencillez de una arquitectura más integrada en la naturaleza.

Las culturas precolombinas desarrollaron dos tipologías urbanas diferentes. Una era el centro ceremonial, de estructura compleja constituida principalmente por edificios religiosos y administrativos que se construían alrededor de plazas, que carecía de viviendas y calles. Se cree que en estos centros vivían los gobernantes seglares y religiosos con sus cortes, mientras que la mayoría de la población residía en granjas pequeñas, en una zona suburbana circundante. La otra tipología, similar a lo que conocemos actualmente como ciudades, tenía calles que separaban las residencias de las diferentes clases sociales, así como templos y edificios administrativos orientados hacia la plaza central. Los proyectos arqueológicos recientes que estudian los trazados en emplazamientos mesoamericanos, ponen de manifiesto que lo que se creía eran centros ceremoniales, albergaban poblaciones de plebeyos, semejándose a verdaderas ciudades. Tanto los complejos ceremoniales como las verdaderas ciudades servían como centros religiosos, gubernamentales y comerciales. El comercio no sólo era importante para el suministro de bienes necesarios superfluos, sino también como medio de transmisión de ideas y técnicas, así como de formas y motivos artísticos.

Decadencia y desaparición de las culturas precolombinas
La conquista y colonización de América por los españoles tuvieron implicaciones devastadoras para la población aborigen y para el desarrollo de las culturas autóctonas de América, las que prácticamente fueron proscritas debido al carácter misional de la conquista, ya que uno de sus principales propósito era la imposición del cristianismo a los pueblos, lo que implicaba la abolición de las religiones existentes y de todos sus signos visibles de culto y, desde luego, la conversión de los indígenas, todo lo cual significó un trastorno cultural definitivo.

La conquista de los imperios existentes significó la deposición y muerte de sus emperadores, como fue el caso de Atahualpa en Perú y Moctezuma en México. Los mayas a la llegada de los españoles ya no existían como imperio, pues durante los siglos previos se había producido una gran decadencia y abandono de sus principales centros urbanos los que, con el paso del tiempo, fueron siendo tragados por la selva.

Por mucho tiempo se insistió en que la razón del declive de los principales centros urbanos mayas era un misterio. Sin embargo, la intensa investigación arqueológica en la región que ocuparon estos Estados del período Clásico de Mesoamérica, ha puesto de manifiesto algunas de las razones por las cuales los mayas se vieron precisados a abandonar las ciudades a la selva.

En primer lugar, se trataba de pequeños reinos que se hallaban en guerra permanente unos con otros. Las estelas de Toniná indican que la elite gobernante de esa ciudad emprendió una agresiva campaña militar que la llevó a ocupar sitios tan importantes como Palenque, Piedras Negras y Bonampak. No es extraño que otros Estados de la región pudieran haber emprendido campañas similares, que habrían dejado arruinadas a varias ciudades. Por otra parte, en esta época tuvo lugar un desajuste climático como consecuencia del fenómeno de la corriente del Niño. El clima debió tener graves consecuencias para la agricultura en el Área Maya, como lo tuvo también en las tierras altas del Centro de México. Puesto que culturalmente estas catástrofes eran atribuidas a la inefectividad de la clase sacerdotal, la gente del pueblo se rebeló contra ellos, culpándolos de la escasez de alimentos y otros bienes necesarios para la vida. Uno de los síntomas de la decadencia maya en el período clásico es la ausencia de monumentos conmemorativos, como las estelas de piedra, posteriores al año 889 dC.

Durante los siglos siguientes, no volvería a emplearse la Cuenta Larga -ese sistema de cuenta del tiempo que tanto ha sorprendido por su exactitud y abstracción- en las inscripciones calendáricas mesoamericanas, lo que pone de relieve el término de una tradición cultural. Además de la Cuenta Larga, lo único que abandonaron los mayas del período clásico fueron las grandes ciudades. Nunca existió una migración masiva hacia Yucatán, aunque algunos grupos lo hubieran hecho. La mayor parte de la población se quedó en la zona, y durante el período posclásico contribuyeron a un nuevo período de apogeo, aunque no de la misma magnitud. El más importante de los Estados de las Tierras Altas en el período postclásico fue el quiché, en Guatemala.

Tanto los mayas de Yucatán como los de las Tierras Altas y la Costa del Pacífico recibieron la impronta de los pueblos migrantes provenientes del altiplano y el área oaxaqueña. Estos grupos fueron empujados a su vez por los antiguos pueblos que abandonaron la zona meridional de la altiplanicie mexicana cuando el desastre ecológico hizo imposible la agricultura allí. En el sur, se establecieron Estados independientes, con características culturales de ascendencia nahuatl. Entre estos grupos estaban los pipiles, que se establecieron en la costa de Guatemala y El Salvador. En la península de Yucatán, los pueblos nahuatlizados (fuera porque eran realmente nahuatls o habían adoptado muchas de sus características, como los chontales) contribuyeron a un nuevo florecimiento de los pueblos mayas.

Sin embargo, las rivalidades entre las elites de la región, apenas suavizadas por la presencia efímera de la Liga de Mayapán, terminaron por arruinar las grandes ciudades de Chichén Itzá, Uxmal y muchas otras, que fueron abandonadas por sus gobernantes. Cuando los españoles llegaron a Yucatán, encontraron la región dividida en pequeños Estados hostiles entre sí, razón por la que no fue difícil someterlos. Algunos grupos se refugiaron en el Petén, donde crearon un pequeño reino independiente con capital en Tayasal. La conquista de este reino independiente no se concretó hasta 1697.

Contrariamente a la creencia popular los pueblos mayas no desaparecieron: sus descendientes aún habitan en el sureste de México, en Belice, en Honduras, en El Salvador y en Guatemala, siendo el mayor componente étnico de la población de este último país. Millones aún viven en la región y muchos de ellos, aún hablan alguno de los idiomas mayas. Lo que sí desapareció fue el esplendor de las civilizaciones mayas siglos antes de la llegada de los primeros españoles. Esto es válido también para los casos de las culturas azteca e inca, que si bien su desarrollo se detuvo, sus pueblos aún existen, hablando sus antiguos idiomas y dialectos.

El descubrimiento de las ruinas precolombinas
Las colonias españolas americanas estaban muy aisladas del mundo exterior, y las ruinas de las grandes ciudades antiguas eran poco conocidas, excepto por la gente nativa. En 1839, el viajero americano John Lloyd Stephens, escuchando comentarios sobre ruinas perdidas en la selva, visitó Copán, Palenque, y otras ciudades con el arquitecto y dibujante Frederick Catherwood. La publicación de sus diarios ilustrados sobre las ruinas despertaron un fuerte interés por la región, especialmente en los Estados Unidos y en Europa, dándose inicio a las investigaciones arqueológicas que han permitido sacar a la luz las antiguas ciudades mayas. En México se siguen descubriendo ruinas de la época azteca, algunas de las cuales se pueden ver en el mismo centro de la capital junto a la Catedral. En Perú, el explorador Iram Bingham, ubicó en 1999 .el emplazamiento la ciudad sagrada de Machu Picchu, desconocida hasta la fecha de su descubrimiento.

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LA UNIVERSIDAD DURANTE LA REPÚBLICA

Por Hernán Ayarza Elorza
La independencia política de España marca el inicio de un cambio decisivo en la estructura de la educación superior en América, por la aparición de universidades nacionales públicas, cuya principal inspiración europea fue francesa, con un fuerte carácter secular.


Uno de los mayores conflictos que se produjeron en las nuevas naciones, fue la lucha de los liberales con los conservadores en relación al secularismo, en particular en el área de la educa­ción. Los liberales, fuertemente influidos por las revoluciones de los E.E.U.U. y Francia, propiciaban el control del Estado so­bre la educación y la abolición de la influencia de la Iglesia. Los conservadores tradicionales, a su vez, deseaban preservar la influencia eclesiástica y mantener un nexo estrecho entre Igle­sia-Estado-Universidad, posición que no logró imponerse.

En toda América Hispana se crearon universidades dependientes del Estado originadas en antiguas universidades coloniales. En Ecuador, tres universidades que habían sido fundadas por dife­rentes órdenes religiosas, fueron convertidas en una sola uni­versidad estatal. La Universidad de San Carlos de Guatemala, creada por la Corona y luego reconocida por el Papa, se trans­formó en una institución pública en 1832, la Universidad de Chi­le es creada por el Gobierno en 1841 a partir de la Universidad de San Felipe habiendo, en otros países, muchos casos que siguieron trayectorias similares.

Las universidades nacionales, ahora instituciones públicas o es­tatales, se orientaron de forma creciente a la enseñanza de pro­fesiones seculares como Derecho Civil, Medicina e Ingeniería. El Estado procuraba adaptar la universidad a su propia imagen, que ya no calzaba con la de la Iglesia. El estado liberal ejer­ció el monopolio educacional y cerró las puertas a las diferen­tes órdenes religiosas.

Las universidades estatales en la mayor parte de los países, se convirtieron en el organismo de educación superior, controlando los establecimientos de educación profesional donde existían, funcionando con frecuencia como un ministerio de educación.

El predominio público imperó sin contrapeso, y a veces práctica­mente sin oposición, durante cerca de siglo y medio, aun cuando enfrentó finalmente serios desafíos.

Sin embargo, es importante anotar algunas de las características que tuvo esta época de predominio estatal dominante. Primero, varias de las nuevas naciones tardaron algún tiempo en crear uni­versidades, como Honduras que abrió su Universidad Nacional en 1881 y el caso extremo de Haití que no tuvo una universidad hasta 1944. Segundo, en algunos países como México y Venezuela, hubo ocasiones en que las universidades nacionales fueron cerra­das. En tercer lugar, el movimiento de reforma, iniciado en Córdoba, Argentina, en 1918, presionó por la autonomía universi­taria. En aquellas universidades donde se instauró esta refor­ma, la sustitución parcial del gobierno estatal por uno autónomo se convirtió en regla común. Cuarto, durante el período que va de 1810 a 1930 se crearon cuatro universidades privadas, dos ca­tólicas en Chile y Perú, y dos seglares en Colombia. En quinto lugar, hubo una amplia expansión de seminarios y colegios priva­dos, como fue el caso peruano, en que las universidades propia­mente tales no dominaron la educación superior sino hasta la se­gunda mitad del siglo diecinueve.

Un sexto aspecto que se debe destacar es que la Iglesia mantuvo su influencia en algunas de las universidades establecidas en ciertos países. En Guatemala la restauración conservadora de1839 dio origen a un concordato con la Santa Sede, volviendo a darle, en 1855, el carácter de pontificia a la Universidad de San Carlos, aunque el triunfo de los liberales le devolvió, a fines del siglo, su carácter de universidad nacional, bajo el control del Estado. Sin embargo es Colombia la que proporciona el mejor ejemplo de la extensión de la autoridad de la Iglesia en la educación superior.

En todo caso, sin quitar importancia a los antecedentes señalados, la instauración del esquema de monopolio estatal fue amplia tanto en el aspecto geográfico como estructural. A medida que el Estado se fue separando de la Iglesia los conceptos de "público" o "privado" llegaron a ser relevantes. Y si la separación de la Iglesia y el Estado dio origen a la distinción de público o privado, el sector privado mantuvo su capacidad le­gal de expresión institucional.

Daniel Levy, en su excelente libro Higher Education and the State in America Latina, hace un acabado análisis del proceso de priva­tización de la universidad en el continente que establece que aunque los factores religiosos fueron los más importantes en la fundación de las primeras universidades privadas, hubo también otros, en particular una reacción contra la secularización, no sólo de la universidad estatal o pública, si no también del papel del Estado en la sociedad.

Si bien la Iglesia fue la fuerza principal en la creación de las primera universidades privadas en América Latina, su número fue reducido ya que existían sólo seis antes de este siglo, tres en Colombia, dos en Bolivia y una en Chile. Hasta 1920 se habían creado ocho y hacia 1930 llegaron a once, todas sólo en cuatro países. En todo caso de todas ellas hubo tres que durante el siglo XX no funcionaron o se hicieron públicas, dando al panora­ma un carácter mucho más "público" que lo que los números indi­can. Exceptuando Colombia, América Latina entró al presente si­glo con una sola universidad católica (Chile, 1888) y sólo otra más se agregó antes de la década de los 30 (Perú, 1917), y no fue hasta más tarde, cuando cambios político-económicos afecta­ron a varias naciones, que la Iglesia cesó de confiar principal­mente en sus seminarios para satisfacer sus necesidades educa­cionales.

Comparando fechas de fundación de universidades privadas, se puede apreciar que la creación de universidades católicas cons­tituye solo una primera fase del proceso de privatización. En Bolivia, Panamá y Paraguay la única universidad privada que se creó fue católica. En Ecuador las dos primeras (1946 y 1962) fueron católicas, aunque dos de las tres siguientes fundadas entre 1966 y 1971, no lo fueron.

Venezuela creó simultáneamente (1953) una universidad católica y una secular, seguida luego por cuatro seculares (1965-79). Once de las primeras doce universidades creadas en Brasil antes de 1962, fueron católicas y la décimo segunda protestante. Todas las nueve siguientes (1962-1970) fueron seculares. Las primeras universidades privadas de Nicaragua, Guatemala y República Domi­nicana fueron católicas, pero las dos, tres y seis siguientes, respectivamente, no lo fueron. La primera universidad privada en Chile fue católica (1888), pero sólo dos de las cinco si­guientes (1919 y 1956) lo fueron. Del mismo modo, en Perú la pri­mera universidad privada fue católica (1917), pero sólo una de las once siguientes (1958 y 1969) lo fue. Por último seis de las iniciales siete (1959) argentinas fueron católicas, pero sólo cinco de las siguientes diecisiete (1960 y 1968) lo fueron.

Exceptuando Colombia, México y Costa Rica las universidades pri­vadas en Iberoamérica empiezan con universidades católicas. Sin embargo el concepto de primera fase católica de la privati­zación tiene sentido, no sólo por que las primeras universidades privadas de casi todos los países fueron católicas, si no porque después de ellas muy pocas de las nuevas universidades privadas creadas lo han sido, aunque algunas tienen lazos limitados con algunas órdenes religiosas.

El grueso de esta primera fase, basada en universidades católi­cas relacionadas o con dependencia formal de organizaciones religiosas, muy a menudo con la Iglesia Nacional y frecuentemente con el Vaticano, ocurrió entre 1930 y 1950, con alguna extensión a los 60. Universidades de este tipo no volvieron a crearse sino muy a fines del siglo XX o principios del siglo XXI, en especial en Chile.

Consideraciones finales

La universidad ha sido tradicionalmente una institución social de elite, cuya principal finalidad, en especial en América, fue formar los cuadros de la clase dirigente, particularmente los de la política.

Una de las características más notables de desarrollo de la universidad iberoamericana ha sido su crecimiento, particularmente explosivo desde mediados del siglo XX, configurando uno de los fenómenos sociales más importantes del continente, transformando la universidad tradicional, no solo en cuanto a su expansión cualitativa, sino en especial por los cambios en sus modelos organizativos, su masificación, su diversificación institucional, el activismo estudiantil, las innovaciones pedagógicos y otros.

A medida que otros grupos, como la mujer y los miembros de las clases menos favorecidas empiezan a acceder a la universidad, para quienes actúa como mecanismo de movilidad social, esta se masifica, abandonando paulatinamente su carácter elitista, asumiendo nuevos tipos de vinculación con el desarrollo del país, en especial la investigación, todo lo cual la hace una institución crecientemente compleja

Por último no es posible dejar de mencionar la creación de un gran número de universidades privadas que proliferan enormemente a partir de las años 1980, que determinan un nuevo panorama institucional en la universidad americana.

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LA EDUCACIÓN SUPERIOR DURANTE LA COLONIA

En América Hispana las universidades fueron creadas para servir en forma simultánea al Estado y a la Iglesia, habiendo estado su carácter y estructura fuertemente influenciados por las universidades madres españolas, en especial la de Salamanca.

Las instituciones de educación superior existían primariamente para dar entrenamiento religioso, mirado como un servicio al Estado, ya que la mayoría de los graduados irían a ocupar cargos en la burocracia estatal. La universidad fue tradicionalmente una institución social elitista, una cuyas finalidades principales en América Colonial, fue la formación de la elite dirigente y más tarde, durante la República, la de la clase política.


Desarrollo universitario colonial
1.- En América Española la difusión de la cultura cristiana fue, junto con la colonización, preocupación preponderante de los conquistadores. Tan pronto conquistada o fundada una ciudad, se establecían en ellas las instituciones políticas, religiosas y educativas. La enseñanza escolar empezó temprano, con la funda-ción de colegios conventuales, el primero de los cuales aparece en Santo Domingo (1505), estableciéndose además algunos institu-tos independientes.

Los colegios para indios fueron importantes. Ya en 1513 la Co-rona de España dispone enseñar latín a indios escogidos de las Antillas y se fundan los primeros colegios en Perú y México (1523). En este último, además de religión y latín se enseñaba música, escultura, pintura y oficios. En 1536 se funda en la Villa de Tlaltelolco (hoy parte de la ciudad de México) el Cole-gio Imperial de Santa Cruz, para caciques, que tuvo entre sus enseñanzas la medicina indígena que los europeos quisieron apro-vechar y que de hecho aprovecharon. En San Francisco de Quito, en enero de 1535, los franciscanos abrieron en la nueva ciudad una escuela elemental y práctica para españoles y para indios, en la que se enseñaba a leer y escribir, lengua castellana, canto y cultivo de la tierra.

Una vez que los colegios y escuelas que fueron estableciéndose en las ciudades, se desarrollaban y crecían, aspirando a conver-tirse en universidades. Así en 1538, antes de cumplirse los cin-cuenta años del descubrimiento, se funda en Santo Domingo, a par-tir del Colegio de los frailes dominicos, la primera universidad con el nombre de Santo Tomás de Aquino.

En 1540, se crea una segunda universidad en esta misma ciudad y, en 1551, se crean las universidades de México y de Lima, inaugu-radas en 1553. La primera universidad ecuatoriana, fue fundada por los agustinos en 1586. El número de instituciones que tu-vieron o que se atribuyeron prerrogativas universitarias durante los casi 300 años de la Colonia, aunque fuese por poco tiempo; fueron 26, aunque nunca coexistieron todas juntas. Sin embargo, duran-te ese lapso formaron cerca de 150.000 profesionales, muchos de ellos mejores que los mejores de las universidades españolas. El carácter y estructura de las universidades durante la Colo-nia, creadas para servir en forma simultánea al Estado y a la Iglesia, estuvieron fuertemente influenciados por las universi-dades madres españolas, especialmente las de Salamanca y Ávila. En general, al igual que ellas, tuvieron cuatro Facultades: Ar-tes, Derecho, Medicina y Teología, aunque no siempre todas lo-graron completar las cuatro.


Aunque el Estado les confería la autoridad legal, la autoridad religiosa tenía también influencia importante, la que se mani-festaba a menudo por medio del "maestrescuela", que era un rela-cionador oficial entre la Universidad y la Iglesia. Este fun-cionario tenía ciertos poderes en relación con exámenes, que a veces sobrepasaban los del rector, aunque en otras materias actuaba solo como un segundo en la línea de autoridad, después de aquel.


Casi todos los rectores eran clérigos y la mayor parte de las universidades fueron organizadas por órdenes religiosas, las que proporcionaban no solo la mayor parte de los directivos, si no también de los profesores. La preparaci6n de los estudiantes es-taba orientada fundamentalmente a su capacitación para el servi-cio del Estado o para el estado religioso.

El Estado, la Iglesia y la Universidad constituyen durante la colonia una trilogía, que en alguna medida corresponde al Poder, el Dogma y el Saber, cuyas relaciones no estuvieron exentas de frecuentes rivalidades y conflictos. La universidad fue una de las pocas instituciones que gozó de una relativa autonomía en la época, aunque violada con frecuencia por la Corona o la Iglesia. Las Universidades Mayores dependían directamente de la Iglesia o la Corona, teniendo esta última la autoridad en la mayor parte de ellas.

2.- Las instituciones de educación superior tenían como función pri-maria dar entrenamiento religioso, mirado como un servicio al Estado, ya que la religión era el vínculo sagrado que unía a la trilogía Iglesia, Estado y Universidad, ya mencionada.

Además de universidades hubo en América un buen número de semi-narios teológicos, que a veces se adelantaron a las universida-des en la introducci6n de doctrinas filosóficas modernas. En los últimos años de la era colonial se fundaron otras institu-ciones educativas superiores como la Escuela de Minería (1792) y las Escuelas de Bellas Artes, en México (1783), en Guatemala (1797) y en otras ciudades, y hasta hubo centros especiales en el siglo XVI, como el Colegio de San Andrés en Quito (1553), pa-ra formar arquitectos, escultores y pintores. Dentro del mismo siglo XVI aparecieron ya en Quito, artistas mestizos e indígenas que con sus trabajos muy originales que fueron enriqueciendo templos y conventos coloniales en el Ecuador, dando origen a lo que se ha llamado Escuela Quito.

En el siglo XVIII se establecen las primeras bibliotecas públi-cas, el Jardín Botánico de México (1788), el Museo de Historia Natural y el Jardín Botánico de Guatemala (1796), el Observato-rio Astronómico de Bogotá y la Escuela Náutica de Buenos Aires (1799). Según escritos de Humboldt, a principios del siglo XIX "ninguna ciudad del Nuevo Mundo, sin exceptuar las de los Estados Unidos, poseía establecimientos científicos tan grandes y sólidos como los de la capital mexicana", que era la mayor ciudad de América en esa época con 113.000 habitantes, en contraste con Nueva York que tenía sólo 96.000. Además, según Humboldt, no había en Europa biblioteca especial de botánica comparable con la de Bogotá.


3.- Dos siglos y medio transcurrieron entre la fundación de la pri-mera universidad real y pontificia y el término de la era colo-nial española. Por esta época hubo en América Española veinti-seis universidades aproximadamente, diez mayores y quince meno-res. De estas últimas algunas eran universidades sólo de nom-bre, en tanto que ciertos colegios podían otorgar grados y había también muchos seminarios, algunos de gran prestigio.


4.- La expulsión de los jesuitas en 1767, aunque significó algún aumento de la libertad académica, fue acompañada por un mayor control del Estado sobre la Universidad. Las universidades y seminarios tomaron caminos divergentes, siguiendo las huellas de las tensiones de la Iglesia y el Estado.



Esta expulsión afectó fuertemente la difusión de la cultura, como en la Presidencia de Quito, por ejemplo, en que el Seminario de San Luis y la Universidad de San Gregorio Magno, que habían al-canzado gran prestigio, quedaron en completo abandono. Sin em-bargo, el Real Colegio de San Fernando y la Universidad de Santo Tomás de Aquino, siguieron adelante con la protección gubernati-va, hasta la emancipación y el advenimiento de la República en el Ecuador.

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Educación Superior en América Hispana: LAS CULTURAS PRECOLOMBINAS

Preámbulo
Desde el primer momento en que los seres humanos se constituyen en comunidades, la necesidad de la transmisión organizada del conocimiento se hace presente de inmediato como un eje de acción, que está íntimamente ligado con la permanencia en el tiempo de cualquier tipo de sociedad.

De hecho, la relación que se establece en este proceso de interacción entre los individuos una sociedad, es la que teje las necesarias rutas por las cuales transcurre su propio desarrollo cultural. Es por ello que es posible aseverar que hoy está aceptado, en forma unánime el concepto que, para cualquier sociedad, su sistema educativo es parte esencial del proceso de construcción de su propia cultura.

En las agrupaciones más primitivas del hombre prehistórico, clanes o tribus inicialmente nómades, la educación de los menores debe haber estado limitada a la imitación y ayuda a los mayores en las actividades de caza, pastoreo y recolección de frutos y semillas.

Posteriormente, en la medida que se van desarrollando comunidades organizadas que llegan a constituir las grandes culturas de la antigüedad, la educación se va sistematizando y organizando sistemas ordenados para transmitir la memoria social, educar ( del latín ex-educere, guiar o conducir) a niños y jóvenes en los conocimientos y destrezas requeridas para desempeñarse en el ámbitos sociales de sus culturas respectivas.

Cultura azteca
Los mexicas tuvieron especial interés en la educación. Niños y niñas eran cuidadosamente educados desde su nacimiento. En sus primeros años, al padre le correspondía educar al niño, y a la madre a la niña. Concluida la educación familiar, los hijos de los nobles y de sacerdotes iban al calmécac, y los demás acudían al tepochcalli.

A diferencia de lo que sucedido con otros pueblos de Mesoamérica, de quienes quedan pocos testimonios escritos, se conservan numerosos textos de los aztecas y los grupos de habla náhuatl: narraciones históricas, poemas, consejos sobre la manera de conducirse y reflexiones religiosas.

Los aztecas pensaban que la educación era un bien muy valioso y buscaban que los niños, las niñas y los jóvenes asistieran a la escuela. Había dos tipos principales de escuela, llamadas tepochcalli y calmécac. Mujeres y varones asistían a ambas, pero lo hacían separados unos de otras.

El tepochcalli estaba destinado a los hijos de las familias comunes y corrientes y existía uno en cada barrio. Ahí se enseñaba la historia, los mitos, la religión y los cantos ceremoniales de los aztecas. Los varones recibían un intenso entrenamiento militar y aprendían cuestiones relacionadas con la agricultura y los oficios. Las mujeres se educaban para formar una familia y en las artes y los oficios que ayudarían al bienestar de su futuro hogar.

El calmécac, en cambio, era donde recibían educación los hijos de la nobleza, con el propósito de formar a los nuevos dirigentes militares y religiosos. La preparación para la guerra era completa y se ponía gran atención a la escritura de códices y a la interpretación de los calendarios, por la importancia que esas dos actividades tenían en la religión y la vida de la comunidad.

Cultura Maya
No hay testimonio de que los mayas hayan tenido un sistema educativo propiamente tal. Sin embargo, su desarrollo científico y artístico hace suponer que debía existir una función conservadora y alimentadora de la cultura. La educación entonces, hasta donde se sabe, tenia un carácter asistemático, es decir que obedecía a una planificación regida y supervisada por la clase dominante y que esta función estaba seguramente en manos de dicha clase te y de manera particular en los sacerdotes.
.Es así que la educación en la cultura maya, estaba reservada en forma exclusiva para las clases superiores, autoridades, sacerdotes, jefes y guerreros. En cuanto al resto de la población, la educación estaba restringida al ámbito familiar, en que sus padres les enseñaban los conocimientos que ellos tenían y que les habían sido transmitidos de generación en generación
Los mayas consideraban la educación como el sistema de desarrollo y transmisión de conocimientos, concepciones, calendarios, tradiciones, valores, principios, ciencia, arte y los elementos de la cosmovisión maya, de una a otra generación, pudiendo decirse que la cosmovisión maya estaba basada en la relación armónica con la deidad Ri Ajaw, y con todos los elementos del universo, en el que se consideraba que el ser humano era sólo uno más, la tierra se concebía como la madre que da la vida, y el maíz como un signo sagrado, eje de su cultura. Esta cosmovisión se transmitió por generaciones a través de la producción material y escrita y por medio de la tradición oral, en la que la mujer jugaba un papel determinante.
Siendo los mayas predominantes religiosos y girando sus actividades en torno de la agricultura, la educación tenia que estar imbuida de estas dos modalidades. Establecidos como fines esenciales de la vida entre la religión, la familia y el pueblo, los objetivos de la educación se movían en estas tres direcciones.

De todo lo anterior se puede inferir que la educación en esos pueblos poseía las siguientes características: a) consideraba paralelamente el adelanto de los instrumentos de producción y el acendrado espíritu religioso; b) era carácter mimética y tradicional; c) las actividades y destrezas se referían al cultivo del maíz y a las labores del hogar; d) existían diferencias entre la educación del hombre y de la mujer ; e) debido a que la cultura consideraba la esclavitud y por consiguiente la división de las clases, se tenía también una educación para las clases dominantes, diferente de la que se practicaba entre el resto del pueblo.

Ya se ha dicho que entre las atribuciones de los sacerdotes estaba la observación de los astros y el calculo del tiempo, de manera que era este un grupo social el encargado de custodiar los bienes de la cultura y llevar acabo las investigaciones de carácter científico. Para llevar este cometido a lo largo del tiempo, tendrían que preparar convenientemente a sus sucesores, con el objeto de que pudieran reemplazarlos cuando fuere necesario.
En cuanto a los grandes sectores del pueblo maya, estos recibían tan solo la educación que se daba dentro del hogar, la cual comprendía la preparación para el trabajo, la habitualidad y adiestramiento tradicional, la instrucción sobre ritos religiosos y las normas de respeto y cortesía.
Especiales características revestía entre los mayas la educación estética y la educación de la mujer, .las que tenían que aprender y aceptar la discriminación exagerada y el respeto hacia el varón.

Cultura inca
La educación inca estaba dividida en dos niveles, una para la elite, esto es la nobleza, que se impartía en la yachayhuasi (Casa del saber), que duraba aproximadamente cuatro años, y en la que se enseñaba principalmente, lengua, y retórica, religión, matemáticas, el arte de los quipus , historia, conocimientos esotéricos y estrategia política y militar. Los alumnos eran varones hijos del inca y de la nobleza, y de curacas de los pueblos conquistados.

En el Cuzco, en la llamada Casa de las Serpientes se reunían los alumnos con los amautas (maestros), y con los quipucamayoc que pertenecían a la descendencia de cada uno de los incas y eran los encargados de contar la historia oficial. Desde la época de Pachacutec (1438-1471) los quipucamayoc estaban obligados a hacer cantares históricos relativos a las hazañas de cada Inca. A la muerte de un inca se reunía a estos historiadores para investigar si el Inca debía ser honrado por su valentía o buen gobierno. Un Consejo de ancianos analizaba la historia y si el inca había perdido algunas de las provincias recibidas de su padre y "hubiese usado de bajezas y poquedades o había salido cobarde, amigo de holgar y dado a vicios, sin acrecentar el señorío de su imperio", como cuentan los cronistas, mandaba que de este quedase poca memoria o casi ninguna.

Algunos cronistas llegan a mencionar que hubo hasta 90 Incas, pero solo 14 fueron merecedores de quedar registrados por la memoria colectiva. Estas hazañas eran compuestas "por las retóricas abundantes de palabras que supieran contar los hechos en buen orden".

En algunas celebraciones incas, principalmente en el Intiraymi (Fiesta del Sol) en los días de nacimiento, en bodas, en los entierros se sacaban los fardos funerarios de los antiguos gobernantes y el quipucamayoc contaba la historia de su antecesor ayudado por instrumentos mnemotécnicos de los quipus.

A las mujeres les enseñaban el arte del tejido fino, religión, artes culinarias y normas sociales cortesanas.

La educación para el resto de la población era más empírica y concernía a los campesinos. Esta educación era obra de la familia y de la sociedad en su conjunto.

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Dec 14, 2006

Expediciones Científicas en las Américas. Tercera Parte: CLAUDIO GAY Y SUS EXPEDICIONES CIENTÍFICAS EN CHILE

Por Hernán Ayarza Elorza

Claudio Gay Mouret nació en la localidad de Draguignan, Provenza, Francia, el 18 de marzo de 1800. Hijo de Jean Gay y Therèse Mouret, perteneció a una familia dedicada a la agricultura, que hizo grandes esfuerzos para poder enviar a su hijo a educarse a París. Gay estudió Botánica, colaborando en sus días de estudiante como recolector de muestras vegetales con sus maestros, llegando a ser un renombrado naturalista.

Se le considera el fundador de la ciencia en Chile, habiendo sido el primero en aplicar un método científico y sistemático a una investigación. Él funda no sólo las ciencias naturales sino también las históricas, ya que fue el primero en escribir una historia de Chile, aunque no el único, ya que después, por nombrar a sólo dos, están Domeyko y Phillipi. Pero Gay es fundacional. Sus textos y sus imágenes ponen en la nación una impronta que permanece hasta hoy. Los demás complementan con grandes aportes, cada uno en su especialidad.

Expediciones de Gay en Chile

Claudio Gay llegó a Chile en 1828, contratado como docente por el Colegio de Santiago, que dirigía don Andrés Bello, para hacerse cargo de las cátedras de Física y Química: dado que los alumnos mostraron poco interés por ellas, más tarde se agregó un curso optativo de Geografía Regional. Sus actividades le dejaban bastante tiempo para investigar la naturaleza en los alrededores de Santiago, lo que lo hizo conocido entre algunas autoridades del gobierno, que desde hacía años tenían la idea de realizar un estudio científico del país.

Es así que en 1830 suscribió un contrato con el Gobierno de Chile, por el que se comprometía a efectuar un viaje científico por el país, para dar cuenta de sus recursos naturales y elaborar un catastro para el Estado. Las autoridades, por su parte, le asignaron una remuneración y le dieron todas las facilidades posibles al investigador.

El contrato para la investigación se formalizó el 14 de Septiembre de 1830. en el que se estipulaba que Gay debía recorrer el país por tres años y medio, para "...dar a conocer las riquezas del territorio de la República, para estimular la industria de sus habitantes y atraer la de los extranjeros...". Para cumplir con estos objetivos, el científico debía estudiar la flora, fauna, geografía, geología, y hacer una estadística de la producción, comercio y demografía chilenos. Después de cumplido el cuarto año, debía presentar una historia natural y una geografía física y descriptiva del país, con láminas, mapas y dibujos. Además, con las muestras botánicas, zoológicas y minerales que reuniera, su misión era organizar un gabinete para sus colecciones. Su sueldo se fijó en 25 pesos mensuales.

Comenzó su expedición a fines de ese año, viajando por la región de Atacama y de Colchagua. Durante los años siguientes el científico recorrió diversos lugares de Chile, entre ellos el archipiélago Juan Fernández (1832), la isla de Chiloé (1835), y la zona central (1837), realizando un estudio científico del país, que se desarrolló hasta 1834.

En su primer viaje de exploración por la región de Colchagua, Claudio Gay, expedicionario inquieto y curioso, en cada lugar que recorría quedaba maravillado al encontrar alguna especie de la naturaleza que no estuviera entre sus conocimientos. Era infatigable frente a las incomodidades del clima. Más tarde, recorrió parte del Desierto de Atacama. Estas expediciones le hicieron darse cuenta de dos problemas. Por una parte, necesitaba más tiempo para recorrer todo el país y contar con colaboradores para las observaciones y mediciones, y por otra, requería mejores instrumentos científicos.

En 1832 Gay, con la anuencia del Gobierno, viajó a Francia para comprar los elementos que necesitaba para cumplir a cabalidad su misión. Mientras se encontraba en el puerto de Valparaíso esperando su barco, se le presentó la oportunidad de visitar las Islas Juan Fernández por primera vez, cuya exuberante vegetación lo dejó asombrado.

Al llegar a Francia, los científicos quedaron sorprendidos con los ejemplares botánicos, zoológicos y minerales que llevó. Luego de conseguir en París los mejores instrumentos científicos que existieran, con los más destacados artesanos, regresó a Chile a continuar sus exploraciones.

De vuelta en Chile, se trasladó a Valdivia a fines del año 1834, siendo uno de los primeros europeos que tras casi 200 años se atrevió a entrar en ese hostil territorio indígena. En sus expediciones contaba con intérpretes para tratar con los caciques pudiendo Gay, de este modo, conocer sus costumbres, las que hizo ampliamente conocidas gracias a los dibujos y bocetos que realizó. Después de un año en la boscosa zona de Valdivia, viajó a Chiloé donde estuvo algunos meses. Más tarde continuó su viajes explorando Talca, Concepción y Coquimbo.

Ya en Santiago, el investigador dio cuenta al gobierno de sus trabajos. Había estudiado a cinco cuadrúpedos, 213 pájaros, 21 reptiles, 47 peces, 2.557 invertebrados y 1.320 especies vegetales. Además, trajo numerosos volúmenes con anotaciones y dos volúmenes con 1.437 dibujos de objetos naturales, mapas e informaciones geográficas.

En 1835 el Gobierno le entregó un edificio para que organizara y clasificara en los estantes sus muestras, dando origen al Museo de Historia Natural.

El 29 de diciembre de 1841, antes de que regresara a Francia, el gobierno de don José Joaquín Prieto le concedió por gracia la nacionalidad chilena y un premio de seis mil pesos. En 1843 fue designado miembro de la Universidad de Chile. Los resultados finales de su trabajo fueron publicados en su voluminosa Historia Física y Política de Chile.

La Historia Física y Política de Chile

Este libro significó la orientación filosófica y metodológica de la historiografía nacional del siglo XIX, que ya habían empezado a discutir Andrés Bello y José Victorino Lastarria. Antes de realizar interpretaciones filosóficas del pasado, era necesario reunir gran cantidad de documentos y estudios monográficos.

Gay escribió más de 14 estudios de sus investigaciones en revistas extranjeras, en los Anales de la Universidad de Chile, y en los periódicos El Araucano y en El Agricultor. Al crearse la Universidad de Chile en 1843, Gay fue designado miembro de esta institución; además fue miembro de la Academia de Ciencias (1856), así como del Instituto de Francia, el más alto lugar para los intelectuales franceses.

En 1841 Claudio Gay viajó a París para imprimir su obra. En octubre de 1842, en la Sociedad Geográfica de esa ciudad, el científico leyó una memoria de sus exploraciones en Chile, lo que le valió ser elegido miembro de número de aquella institución.

En Francia, se preocupó de terminar los libros que contendrían el resultado de sus investigaciones. De esta manera, en 1844 concluyó el primer volumen de la Historia Física y Política de Chile.

La publicación de los treinta tomos de esta monumental obra se extendió hasta 1870. Los ocho primeros tratan de la Historia Política (1844-1854); otros dos contienen documentos históricos reunidos en diversos archivos nacionales y extranjeros (1870-1871); ocho tomos son sobre Botánica (1845-1852); ocho tomos de Zoología (1847-1854); dos tomos constituyen un atlas con dibujos de las especies naturales, mapas de diversas regiones, grabados de paisajes, tipos humanos y costumbres chilenas (1844-1855) y, finalmente, dos tomos detallan un estudio sobre el estado de la agricultura chilena (1862-1865).

La publicación de estos libros incorporó la naturaleza de Chile al universo taxonómico europeo, haciendo conocidos los recursos naturales del país, y el gigantesco trabajo de Gay acerca de Chile.


Atlas de la Historia Física y Política de Chile

Mención especial por sus características merece este Atlas de Gay. Considerado uno de los libros más preciados del siglo XIX, fue editado por primera vez entre los años 1844 y 1855, como parte del estudio general publicado en 28 volúmenes referido anteriormente. El Atlas contiene mapas de diversas regiones, grabados de paisajes, tipos humanos y costumbres chilenas, además de dibujos de especies naturales. Son 315 láminas seleccionadas por el naturalista de entre más de 3.000 dibujos que esbozó durante su largo viaje.

Esta obra constituye una fuente inestimable e ineludible para conocer el nacimiento de Chile como república independiente, ya que “…ofreció por primera vez la fuerza de la imagen como instrumento de divulgación de Chile, no tan sólo en la perspectiva del conocimiento científico sino también de la fisonomía y naturaleza de una sociedad que se da a conocer a través de la representación de sus modelos sociales, ambientes propios, tareas y diversiones características.”2

La Editorial Universitaria ha publicado cuatro álbumes con una selección de láminas del Atlas de Claudio Gay, “Imágenes de Chile”, en tres serie de 10 láminas cada una; 1ª y 2ª series (1994), 3ª serie (1996) y “Aves de Chile” 13 láminas (1996)

Los últimos años

A los 60 años, Gay decidió volver a Chile (1863). "Antes de morir -le escribió a Barros Arana- he querido ver una vez más este hermoso país y los excelentes amigos que aquí poseo y que me serán siempre tan queridos".

El gobierno de don Manuel Bulnes lo recibió con honores y el Congreso aprobó para él una renta vitalicia de dos mil pesos anuales. Dejó Chile a fines de ese mismo año. Pasó el resto de sus años en París, viviendo los convulsionados eventos de la Comuna y la guerra con Prusia.

Por sus primeras investigaciones, el gobierno de Francia le confirió la Legión de Honor En 1856 fue declarado miembro de la Academia de Ciencias de París, así como del Instituto de Francia. Vivió sus últimos días en su tierra natal de Provenza, donde falleció el 29 de noviembre de 1873.

Reencuentro con Gay

El hallazgo reciente en el sur de Francia de importantes escritos inéditos de Claudio Gay tendrá una gran repercusión en los estudios históricos del gran naturalista, considerado por muchos como el fundador de las ciencias naturales y sociales en Chile.

El historiador chileno Luis Mizón concretó el hallazgo en 1999, con la ayuda de un descendiente de Gay, quien lo orientó e introdujo en la Sociedad de Estudios Científicos y Arqueológicos de Draguignan, su ciudad natal y en la fue sepultado después de su fallecimiento, donde encontró gran cantidad de manuscritos, la mayor parte inéditos.

El historiador Minzón ha publicado un libro3 en el que se da a conocer el descubrimiento y que constituye una introducción general de la obra inédita de Claudio Gay, situándolo en el contexto de la política cultural emprendida por el Estado chileno a partir de 1830.

Sin duda que la publicación de los documentos inéditos del naturalista, así como la reciente reedición del Atlas de la historia física y política de Chile, representan un acontecimiento fundamental para la historia nacional, además un testimonio de la valorización del patrimonio cultural y natural del país.

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